6.10.06

Crónicas del Rey Felón ( y IV )

Vimos la semana pasada cómo se entretenía Fernando VII y a qué dedicaba el tiempo libre (que era casi todo). Llegó un momento en que había que casarlo, puesto que en esta familia es importantísimo el hecho de tener herederos que continúen con el oficio.

La elegida fue su sobrina carnal, María Isabel de Braganza y Borbón. Esta joven princesita, a la que tenemos mucho que agradecer, era según Fisas “gordita, mofletuda, cara de pálido color, ojos saltones, gran nariz y pequeña y torcida boca”. Como no la acompañaba dote alguna, los madrileños le colgaron un cartel a la puerta de palacio en el que pudo leer

“Fea, pobre y portuguesa…

¡Chúpate ésa!”

Pobrecilla. Y es que ella no salía ganando, que el marido era más feo todavía.

La obsesión del recién casado era la descendencia, creo que él pensaba ser ésta su única obligación. Pero aunque el deseo de tener hijos le obligaba a cumplir con su mujer de vez en cuando, no por ello dejó de salir con Alagón y Chamorro prácticamente a diario.

Agobiada Isabel por las continuas infidelidades que sufría, preguntó a sus doncellas cómo eran las mujeres que tanto atraían a su marido, y éstas le contestaron

“Mujeres de mal vivir, que están muy por debajo de Vuestra Majestad, mi señora. A Vuestra Majestad no pueden hacerle ningún daño porque ellas son públicas”.

Decidida a ganarse a su marido, optó por una solución drástica. Se hizo confeccionar un traje de manola, y esperó a su marido en la escalinata de palacio, con claveles en el pelo, abanico en mano y navaja en la liga. Fernando llegó de madrugada y, al verla, estalló en carcajadas. Vaya ridículo que hizo la pobre!

El final de Isabel llegó con su segundo embarazo (habían tenido una niña que apenas vivió unos meses).

Desde el inicio de la gestación, el rey había dicho a su médico de confianza:

“Por encima de todo, si no vienen bien las cosas, quiero que se dediquen todos los esfuerzos para salvar la vida al que va a venir”.

Cuando se aproximó la fecha del parto se pudo comprobar que se presentaba complicado y que sería necesaria una cesárea para que culminara con éxito. El felón, que tuvo que preguntar qué significaba esto de cesárea, dio nuevas pruebas de nobleza con estas palabras

“Pues hágase todo lo que menester sea, pero salvad al niño”

Qué gran corazón!

Los médicos le hicieron caso y se pusieron manos a la obra. Imaginemos las probabilidades de sobrevivir a esta intervención a principios del siglo XIX. A mitad de la operación los médicos dieron por muerta a la madre. Villa-Urrutia nos cuenta cómo “Al extraer el cuerpo de la niña que llevaba en su seno y que nació sin vida, lanzó la madre un grito, como manifestando que no había muerto aún, como así creían los médicos, quienes, según Pizarro, hicieron con ella una espantosa carnicería”.

Tenía sólo veintiún años. Descansa con su hija en el Panteón de Infantes de El Escorial.

Al comienzo del post dije que a esta Reina tenemos mucho que agradecerle; fundó el Museo del Prado.

Y con este hecho tan triste vamos a dar por terminada la serie sobre Fernando, del que dije al principio que era difícil hablar sin hacerlo mal, me imagino que estaréis de acuerdo. Lo dejo aquí por que verdaderamente es desagradable indagar en la vida de este personaje, porque tela hay todavía como para hacerle una docena de trajes.


Tened un buen fin de semana

13 comentarios:

El Tipo de la Brocha dijo...

Pobre mujer. Lo de la cesárea debió de ser dantesco.

fridwulfa dijo...

¡Fea, pobre y portuguesa, chúpate esa! JAJAJAJAJAJAJA.
Nunca dejará de maravillarme la retranca del pueblo madrileño.

Desde luego, el Fernandito, todo un tiparraco, sí. Pero es una lástima que lo dejes aquí, cuando todavía queda tanto por contar. Bueno, respetamos los deseos del artistas. :P

Buen fin de semana

anilmanchego dijo...

que lastima.

Pobre mujer, desde luego, vaya gente los reyes (en general, no solo los españoles).

Muy buena la pagina.
Un saludo

Anónimo dijo...

Al parecer, el rey Fernando VII contaba con un órgano genital de dimensiones desmesuradas que hizo aconsejable que la reina María Cristina, su cuarta y última esposa, tomase medidas preventivas por prescripción facultativa. La reina, por consejo médico, interponía una almohadilla agujereada a la entrada de su vagina.

Leído a Gregorio Doval en su Enciclopedia de las curiosidades.

princesa del vértigo dijo...

Qué hijo de su madre!! Yo en mi reino no permito que me humille ni maltrate ni Dios. Cuando tuve a mi hija no solté mi látigo en ningún momento, por si las moscas.
En cuanto mi ex-rey consorte se puso tonto lo mandé a librar batallas por otros lares.

princesa del vértigo dijo...

Ah, que sepas que me encanta todo esto de las historietas históricas. Me pasaré por aquí.

fridwulfa dijo...

¡¡Alcaper!! ¿Se has secado el manantial de la inspiración?

No es por presionar, ni nada, pero se echan de menos vuestros posts.

alcaper dijo...

Gracias por el interés Friwulfa. Es que últimamente se nos ha juntado que la peque anda pachucha junto con una carga tremenda de trabajo.

Pero este fin de semana pondremos algo.

fridwulfa dijo...

Bueno, sin presión, sin presión, esto tiene que disfrutarse, en el momento en el que sea una obligación, apaga y vámonos. La peque va primero.

Espero que se recupere pronto y que podáis descansar algo.

Saludillos

Anónimo dijo...

¿Hacen unos quesos con bosque?...Je, je, je.

alcaper dijo...

Coño! El loco de los quesos con bosque! Pitanza y truja!

Anónimo dijo...

Buena Reina de Portugal: Doña Maria Amelia de Orleans y Braganza

Anónimo dijo...

Bonito blog. ¿Sabe alguien la fecha y el lugar exactos de la boda de Isabel de Braganza y Fernando VII? No la encuentro en ningún sitio, ni siquiera en Mesonero o Galdós. Sólo he sacado en claro que en septiembre entró la susudicha en Madrid.
¡Gracias!

Cristina