25.10.06

La primera y última travesía del Vasa

Siempre me han fascinado esos hallazgos en que los restos aparecen, por diferentes causas, milagrosamente bien conservados. La tumba de Tutankhamon, los soldados de terracota, Pompeya… son como cápsulas en las que el tiempo se hubiera detenido para permitirnos echar una ojeada.

El tema de hoy se acoge a esta categoría. Es un navío de guerra del siglo XVII llamado Vasa y se encuentra en un museo en un estado francamente bueno. No se puede decir que esté como el día de su botadura, pero es el único barco de su categoría que se conserva. La única pena es que está en Estocolmo, y a lo mejor a algunos nos cae un poco lejos.

Su asombroso estado de conservación se debe a que quedó hundido en el fango en una zona de muy bajas temperaturas y en la que además no viven bichejos que se alimenten de madera. Su pecio fue descubierto en 1956 y las labores de rescate comenzaron en seguida hasta que el el 24 de abril de 1961 el Vasa volvía a surcar las aguas del mar Báltico tras permanecer más de tres siglos sumergido.

Os acordáis de una réplica de la nao Victoria que se botó en Sevilla en 1991? Pues el Vasa tuvo un bautismo parecido. Este barco, que fue concebido como buque insignia de la armada sueca, se echó a la mar el mes de agosto de 1628. En el puerto de Estocolmo, frente al palacio real, convocadas las autoridades y ante una multitud de curiosos el Vasa levó anclas con toda su tripulación y con bastantes invitados de honor a bordo. Lo empujaba una suave brisa que a los pocos minutos se convirtió en un airecillo algo más fuerte que hizo que el barco se inclinara peligrosamente. El capitán, poco confiado en esta nave, mandó bajar trapo para disminuir la resistencia al viento, pero no fue suficiente. Al siguiente bandazo el barco no resistió y escoró, penetrando el agua a raudales por las troneras de los cañones; a los quince minutos de partir ya estaba hundido. Qué chasco!

Pero ahora veamos las causas. Este galeón fue encargado por Gustavo II Adolfo de Suecia. Lo bautizó Vasa en referencia a su familia. Cuando vio los planos que le enseñaba el constructor no le pareció lo suficientemente impresionante, así que decidió modificarlos por su cuenta. Le añadió una cubierta de cañones más y ya puestos le hizo algún retoque por allí y otro por acá. El resultado ya lo conocemos. Como el constructor no se atrevía a contradecir al rey ejecutó el proyecto tal y como deseaba el soberano, aunque intentó rebajar los errores ensanchando un pelín la parte inferior, pero se ve que no lo bastante.

Unos días antes de la botadura se le hizo una prueba de estabilidad, consistente en hacer que treinta hombres corrieran de lado a lado por cubierta. Como aquello comenzara a bambolearse peligrosamente, mandaron parar la maniobra, pero nadie se atrevió a contradecir al rey diciendo que aquello no podía navegar.

En el accidente murieron unos treinta marineros, pero el capitán se salvó. Fue interrogado para ver si tenía culpa en los hechos. Este hombre reconoció en seguida que no se fiaba un pelo de las virtudes marineras del Vasa, así que estaba prevenido para abandonar el barco a la más mínima. Cuando le preguntaron el motivo de su desconfianza contestó que el barco pesaba más en la parte superior que en la inferior, así que era lógico que volcara. Quisieron saber entonces por qué no había mandado lastrar el barco hasta que quedara equilibrado y dijo que aquello era imposible, pues la primera fila de cañones estaba a tan sólo un metro del agua, con lo que se habría inundado el barco en caso de lastrarlo.

No es de extrañar que se hundiera con tal diseño. Pero gracias a esta real metedura de pata podemos hoy en día contemplar un auténtico galeón del siglo XVII. A mí me recuerda a “la Perla Negra”del capitán Sparrow, no sé, tiene un aire, con la madera tan dañada y ese color oscuro… a mí me gusta.

Como curiosidad, desde las ventanas del museo se puede ver a un lado el lugar donde se construyó y al otro el lugar donde se hundió, a unos pocos centenares de metros. Cuando el museo se inauguró se disparó una salva con dos cañones que pertenecieron al barco.

6.10.06

Crónicas del Rey Felón ( y IV )

Vimos la semana pasada cómo se entretenía Fernando VII y a qué dedicaba el tiempo libre (que era casi todo). Llegó un momento en que había que casarlo, puesto que en esta familia es importantísimo el hecho de tener herederos que continúen con el oficio.

La elegida fue su sobrina carnal, María Isabel de Braganza y Borbón. Esta joven princesita, a la que tenemos mucho que agradecer, era según Fisas “gordita, mofletuda, cara de pálido color, ojos saltones, gran nariz y pequeña y torcida boca”. Como no la acompañaba dote alguna, los madrileños le colgaron un cartel a la puerta de palacio en el que pudo leer

“Fea, pobre y portuguesa…

¡Chúpate ésa!”

Pobrecilla. Y es que ella no salía ganando, que el marido era más feo todavía.

La obsesión del recién casado era la descendencia, creo que él pensaba ser ésta su única obligación. Pero aunque el deseo de tener hijos le obligaba a cumplir con su mujer de vez en cuando, no por ello dejó de salir con Alagón y Chamorro prácticamente a diario.

Agobiada Isabel por las continuas infidelidades que sufría, preguntó a sus doncellas cómo eran las mujeres que tanto atraían a su marido, y éstas le contestaron

“Mujeres de mal vivir, que están muy por debajo de Vuestra Majestad, mi señora. A Vuestra Majestad no pueden hacerle ningún daño porque ellas son públicas”.

Decidida a ganarse a su marido, optó por una solución drástica. Se hizo confeccionar un traje de manola, y esperó a su marido en la escalinata de palacio, con claveles en el pelo, abanico en mano y navaja en la liga. Fernando llegó de madrugada y, al verla, estalló en carcajadas. Vaya ridículo que hizo la pobre!

El final de Isabel llegó con su segundo embarazo (habían tenido una niña que apenas vivió unos meses).

Desde el inicio de la gestación, el rey había dicho a su médico de confianza:

“Por encima de todo, si no vienen bien las cosas, quiero que se dediquen todos los esfuerzos para salvar la vida al que va a venir”.

Cuando se aproximó la fecha del parto se pudo comprobar que se presentaba complicado y que sería necesaria una cesárea para que culminara con éxito. El felón, que tuvo que preguntar qué significaba esto de cesárea, dio nuevas pruebas de nobleza con estas palabras

“Pues hágase todo lo que menester sea, pero salvad al niño”

Qué gran corazón!

Los médicos le hicieron caso y se pusieron manos a la obra. Imaginemos las probabilidades de sobrevivir a esta intervención a principios del siglo XIX. A mitad de la operación los médicos dieron por muerta a la madre. Villa-Urrutia nos cuenta cómo “Al extraer el cuerpo de la niña que llevaba en su seno y que nació sin vida, lanzó la madre un grito, como manifestando que no había muerto aún, como así creían los médicos, quienes, según Pizarro, hicieron con ella una espantosa carnicería”.

Tenía sólo veintiún años. Descansa con su hija en el Panteón de Infantes de El Escorial.

Al comienzo del post dije que a esta Reina tenemos mucho que agradecerle; fundó el Museo del Prado.

Y con este hecho tan triste vamos a dar por terminada la serie sobre Fernando, del que dije al principio que era difícil hablar sin hacerlo mal, me imagino que estaréis de acuerdo. Lo dejo aquí por que verdaderamente es desagradable indagar en la vida de este personaje, porque tela hay todavía como para hacerle una docena de trajes.


Tened un buen fin de semana

28.9.06

Crónicas del Rey Felón ( III )

Vamos a continuar con este despreciable personaje. Lo último que supimos de él era que al fin había conseguido copular con su esposa. Después de eso, se confesaron el uno al otro su animadversión por Godoy y, de paso, por los reyes.

A partir de ese momento se dedicaron a conspirar contra el valido y contra los monarcas. Se rodearon de todos aquellos cortesanos a los que sabían en contra del preferido por una u otra razón, organizando así lo que se conocería como “la camarilla” del príncipe.

Al poco tiempo la pobre María Antonia murió, no se sabe a ciencia cierta si de tuberculosis o envenenada, aunque esto a Fernando no le apenó mucho, o al menos no lo demostró.

Carlos IV ordenó entonces que las doncellas que habían acompañado a la difunta princesa fueran devueltas a Nápoles. Una de ellas deseaba quedarse en España, y por ello acudió a Fernando, rogándole que intercediera por ella. El felón aceptó con una condición; la ayudaría a cambio de que le entregara su cuerpo durante una noche. La muchacha aceptó, pero por la mañana, todo el pago que recibió fue escuchar estas palabras:

“Te basta con poder contar a tus hijos que te dio placer una noche un futuro rey de España”.

Después de una serie de truculentos y vergonzosos acontecimientos por parte de la familia real que no vamos a contar aquí para no aburriros, vemos al “Deseado” en el trono de España. Un rey deseado que se dedicaría a cerrar universidades, a derogar La Constitución, restaurar la Inquisición y otras lindezas por el estilo.

Pero también se dedicaría a otras cosas más placenteras para él. Como por ejemplo, salidas nocturnas disfrazado para poder mezclarse con la plebe.

Le encantaban las juergas en compañía del duque de Alagón y de un tal Chamorro, antiguo aguador venido a más por su habilidad para conseguir mujeres de vida fácil y vino peleón, así como por su lenguaje soez, cosa muy del gusto de Fernando VII.

Este trío salía prácticamente todas las noches, frecuentando los cafés de moda de la época (el Lorenzini, la Cruz de Malta…), las tabernas del arco de Cuchilleros y, sobre todo, el burdel de Pepa la Malagueña, en la calle del Ave María, en el que, según Vidal Sales, “le servían el buen vino a palo seco que tanto le complace tomar en la laxitud posterior a su jaraneo y lascivo rebullir con la Malagueña o sus opulentas pupilas…”

Y así comenzaba el reinado de este gañán que, tal vez por ser un ceporro, siempre desconfió de cualquiera que tuviese la más mínima habilidad intelectual, recelando de ellos y persiguiéndolos por confundirlos con liberales, a los que odiaba a muerte.

El pueblo de Madrid sólo podía comentar una cosa de este Borbón:

“Encima de felón, putero”

22.9.06

Crónicas del Rey Felón ( II )

Vamos a continuar con la vida de nuestro querido Fernando VII.

Su infancia fue parecida a la de muchos infantes reales de entonces. A punto de morir en varias ocasiones, empezó a recibir una formación como Príncipe de Asturias “adecuada a la tradición heroica y austera de sus gloriosos antecesores”, palabras de Godoy.

Uno de sus preceptores le impuso un horario bastante rígido, ordenando que se le despertara a las 6 de la mañana y no permitir que le acostaran antes de las 10 de la noche, “para dar lugar a que manifieste un saludable cansancio que le impida entregarse al abominable pecado solitario”. También le prohibió la siesta, “que las mismas son harto propicias para caer en grave tentación carnal”.

En esta temprana etapa de su vida ya manifestaba un carácter insolente y orgulloso, a la vez que empezó a criar un insano rencor contra sus padres y contra su preferido, Manuel Godoy.

En su afán por buscar una continuidad en el negocio familiar, sus padres deciden casarlo a los 18 años con su prima hermana, la princesa María Antonia de Borbón. La boda se celebró por poderes, y a finales de 1802 pudieron conocerse los esposos. Veamos la impresión que se llevó la novia al conocer a su flamante marido:

“Bajé del coche y al verle, a punto creí desmayarme. En el retrato parecía más bien feo que guapo. Pues bien: comparado con el original, aquel retrato es el de un Adonis. ¡Y tan encogido! Recordaréis que el duque de Santo Teodoro escribía que era un buen mozo, muy despierto y amable. Cuando está una preparada para lo malo encuentra el mal menor, pero yo, que creí esto, quedé espantada al ver que era todo lo contrario”.

Pasados tres meses del encuentro, el matrimonio no ha sido consumado. Al parecer, a Fernando no le funciona el soldadito en sus primeros encuentros. Según su suegra, “Mi hija está desesperada y con mucha razón. Su marido es enteramente memo, ni siquiera un marido físico y, por añadidura, un latoso que no hace nada y no sale de su alcoba. No caza ni pesca y ni es siquiera animalmente su marido”.

Según Bergau, a los seis meses de matrimonio, “el único juego erótico practicado por el marido era el de la succión de los monumentales senos de su mujer”.

Pero al hecho de tener un marido desagradable físicamente, inútil en la cama y que además se suele levantar con el camisón empapado y no precisamente en agua, hay que añadirle su mal carácter.

Una tarde, María Antonia se disponía a salir de la habitación cuando Fernando le preguntó adónde se dirigía. Al expresar ella sus deseos de retirarse, él la agarró por el brazo y tiró violentamente, derribándola en el suelo, gritando “Pues no vas, aquí soy yo el que manda y si no vas a obedecerme lárgate a tu país, que no he de ser yo quien lo lamente”.

Tenía que ser una situación bastante desagradable para la pobre muchacha, vivir en la corte de un país extranjero con un marido así y una suegra que decía de ella “escupitina de su madre, víbora ponzoñosa, animalito sin sangre y todo hiel y veneno, rana a medio morir…” . Sus únicas amigas eran dos ayudas de cámara que la acompañaron desde Nápoles.

Pero la situación cambiaría la noche en que Fernando logró, al fin, consumar el matrimonio. Después de la faena, en las confidencias que tanto se dan en un momento así, su marido le confesó el odio que le profesaba a Godoy. Ella, perpleja, le confesó que también le odiaba…

En el siguiente post veremos, entre otras cosas, como la pareja se unió ante un enemigo común, y cómo Fernando VII pasó de ser un inútil en la cama a convertirse en un auténtico salido.

Buen fin de semana.

19.9.06

Crónicas del Rey Felón ( I )

Vamos a dedicar una pequeña serie a un rey de España del que es complicado hablar sin hacerlo mal. Según el siempre correcto Carlos Fisas, “fue un hijo mal nacido, mal esposo, mal gobernante, pésimo rey, vil, cobarde, traidor, ladrón… y así podrían continuar los epítetos hasta la náusea, pues sólo náuseas produce la historia de tan innoble individuo”.


Físicamente, según Saiz de Robles, era “feo del todo y por partes. Carirredondo, mejillas deformes, nariz gruesa y torcida, boca hundida, barba saliente; únicamente los ojos eran grandes y vivos. Rechoncho, ordinario, sin un movimiento discreto, sin una actitud noble. Se le creería un arriero disfrazado. O un frailazo lego secularizado”.


Para hacernos una idea de sus modales, “sabía como nadie limpiarse con el dorso de la mano las escurriduras que en sus labios dejaba el chinchón, el pardillo de Arganda y el peleón de Valdepeñas”.


Fumaba puros como un carretero, y acostumbraba a ofrecerlos a alguno de los presentes cuando los tenía medio acabados, como muestra de amistad, diciendo: “- Toma, acábatelo -” y el infortunado al que le tocase tenía que coger el cigarro, todo babeado y mordisqueado, y acabárselo tanto si le gustaba fumar como si no.


Así era Don Fernando VII de Borbón, del que contaremos algunas de sus lindezas a lo largo de estos días.


Baste como adelanto de su bajeza moral saber que, mientras estuvo en Francia, no paró de adular a Napoleón. Su máxima aspiración era emparentar con él, lo que intentó pidiéndole la mano de un par de sobrinas suyas. Cuando en 1808 Napoleón colocó a José Bonaparte (más conocido como pepe botella) en el trono de España, este desgraciado escribió al emperador la siguiente carta:


“Doy muy sinceramente en mi nombre, de mi hermano y tío, a V.M.I. la enhorabuena de la satisfacción de ver instalado a su querido hermano en el trono de España [..] No podemos ver a la cabeza de ella un monarca más digno y más propio por sus virtudes.”


Fernando y su hermano Carlos (el ultracatólico que daría lugar a las guerras carlistas) no paraban de ofrecer fiestas en honor de Bonaparte con cualquier motivo, fiestas que luego comunicaban por carta al gobernador de Valençay y al mismísimo emperador, a fin de recibir el premio que ellos creían merecer por ser tan sumamente pelotas y rastreros. Napoleón, asqueado por un comportamiento tan vil, publicó las cartas en Le Moniteur con intención de ridiculizar a su autor, quién, lejos de sentir vergüenza, escribió otra misiva agradeciéndole el gesto.


Bueno, creo que con esto queda presentado el que será el protagonista de esta serie. Un ceporro que se hacía pis en la cama hasta los 19 años, que cuando volvió a Madrid después de la Guerra de la Independencia, siendo aclamado por un pueblo que le llamaba “El Deseado” y que había derramado su sangre contra los franceses luchando por su regreso, condujo a su séquito directamente a palacio evitando pasar por Las Cortes para no jurar la Constitución y que dijo frotándose las manos “voy a ser un rey absolutamente absoluto”.


Ya iremos conociéndolo mejor...

12.9.06

¡Merde!

El título igual sorprende a alguno, pero está relacionado con el post de hoy, aunque también con el hecho de que se nos han acabado las mini-vacaciones. Eso sí, para disimular he preferido ponerla en la lengua natal del protagonista de hoy.

Como el otro día hablábamos de la batalla de Bailén, pues me he acordado de esta anécdota protagonizada por un general francés en Waterloo. Su nombre, Pierre Jacques Etienne Cambronne.


Al comienzo de esta famosa batalla, las cartas pintaban bastante bien para el corso. En sus propias palabras:


- "Tenemos noventa probabilidades a nuestro favor por diez en contra." -


Pero con el transcurso del enfrentamiento, las cosas fueron complicándose para los franceses, hasta el punto de que la batalla terminó en derrota total y desbandada general de los restos del ejército de Napoleón.


En los últimos combates, la situación ya era desesperada para el bando imperial. Víctor Hugo, en su genial obra “Los Miserables” nos describe magistralmente la situación:


“ Cada regimiento, aislado de los demás, y no teniendo ya lazo alguno con el ejército deshecho por todas partes, moría por su cuenta. [..] “


“[..] Cuando la legión se vio reducida a un puñado de hombres, cuando su bandera no fue más que un harapo, cuando sus fusiles agotados de balas no fueron más que bastones, cuando el montón de cadáveres fue mayor que el grupo vivo, hubo entre los vencedores una especie de terror sagrado en derredor de aquellos sublimes moribundos, y la artillería inglesa calló y tomó aliento. Fue una especie de tregua. Los combatientes tenían a su alrededor como un hormiguero de espectros, siluetas de hombres a caballo, el negro perfil de los cañones, el cielo blanco, visto a través de las ruedas y las cureñas; la colosal cabeza de muerto que los héroes entrevén siempre en el humo, en el fondo de la batalla, avanzaba hacia ellos y los miraba. Oyeron cargar las piezas en la sombra crepuscular, vieron las mechas encendidas, que semejantes a los ojos del tigre en la oscuridad formaban un círculo en torno de sus cabezas; todos los bota-fuegos de las baterías inglesas se acercaron a los cañones, y entonces, conmovido, teniendo el instante supremo suspendido encima de aquellos hombres, un general inglés, Colville según unos o Maitland según otros, les gritó:


- Rendíos, valientes franceses!

Cambronne contestó:


- ¡MIERDA!


[…] Al oír a Cambronne, el inglés respondió ¡Fuego!”


Hay una versión más novelesca según la cual respondió “¡la guardia muere, pero no se rinde!”. A mí particularmente me gusta más la primera.


Pero al parecer, ambas versiones son falsas. El mismo Cambronne, que quedó herido pero no muerto tras esta última descarga, las desmintió.


Aún así, a mí me parece un episodio muy curioso y prefiero creer que gritó mierda. En una situación así no vas a decir cáspita, no creéis?

6.9.06

Cerrado por vacaciones


Nos ha surgido de improviso la oportunidad de pasar unos días en nuestra querida Asturias, así que vamos a aprovecharla.

Estaremos por tanto sin actualizar hasta el lunes que viene (día 11). Mientras, nos tomaremos unos culines de sidra y algo de quesu a vuestra salud.



Hasta pronto

4.9.06

La primera vez del general Castaños

Y es que para todo hay una primera vez, hasta para ganar batallas; o de qué creíais que iba a hablar, eh? Naturalmente, estamos hablando del general general Francisco Javier Castaños y de la batalla de Bailén.

Gracias a la estupidez de Carlos IV y a la desfachatez de su hijo, España se encontraba prácticamente ocupada por los ejércitos de Napoleón, comandados por el general Dupont, “El terror del norte”.

Se dirigía el francés hacia Andalucía por Despeñaperros y Castaños decidió interponerse en su camino con un ejército constituido por campesinos, sin apenas preparación, y por retales de regimientos dispersos. Mientras formaba este contingente, un coronel británico le ofreció guarnecer Cádiz y otros puertos del sur con soldados británicos, de manera que pudiera disponer de las tropas acuarteladas en esas plazas. Castaños respondió:

“- [..] no puedo aceptar vuestra ayuda, que además no necesito, pero si pudiera, preferiría entregar Cádiz a los franceses a que sucediese con Cádiz lo que con Gibraltar[..] -” bien dicho!

Se produjo el enfrenamiento el 19 de julio de 1808, en las cercanías de la población jienense de Bailén. Las tropas españolas vencieron a las francesas, lo cual tuvo una gran repercusión en el resto de Europa, ya que al ver derrotado por primera vez al gran ejército de Napoleón, la Grande Armée, se puso en entredicho la entonces supuesta invencibilidad francesa.

Durante la rendición, el general Dupont entregó su espada diciendo:

- Os entrego esta espada, vencedora en cien batallas -

Castaños respondió

- Pues yo, ésta es la primera batalla que gano -

De ahí el título de este post. Antes de despedirnos, otra anécdota suya. Un frío día de invierno, se presentó en palacio vestido con uniforme de verano. Preguntado por el rey acerca de su vestimenta, respondió:

- Señor, acabo de cobrar la mesada de julio y por lo tanto continúo vistiendo como en aquella estación -

Original forma de protestar, no creéis?

1.9.06

¡Están locos estos romanos! ( y III )

Ahora que ya tenemos una idea aproximada de cómo era Calígula, nos podemos imaginar que no tenía demasiados simpatizantes. Con el tiempo se organizó una conjura para acabar con el déspota, conjura que lideró nuestro amigo Casio, fácil es averiguar los motivos.


El 24 de enero del 41, Calígula asistía a una representación en el teatro, "la muerte del tirano", representada por Mnester, su actor favorito y amante esporádico. Al terminar la obra, el emperador y su séquito se dirigieron a palacio, donde les esperaba un banquete. Hay que señalar que el tío Claudio, más preocupado por su hambre que por otra cosa, ya se encontraba allí, dispuesto a empezar el festín por su cuenta. Parece ser que en el comedor no había nadie más, pues mucho nobles habían oído hablar de la conjura y temían la reacción de la violenta guardia germana.


En un punto del trayecto esperaban Casio y sus leales. El primero en herir al tirano fue Casio. Luego lo fueron apuñalando el resto de los conjurados, muy al estilo romano. En cuanto corrió la noticia de que habían matado al emperador, la fanatizada guardia germana comenzó a asesinar a cuantos pudo. Penetraron en el teatro y cerraron las puertas, con intención de masacrar a todo el público que aún se encontraba allí. Sólo pudieron escapar gracias al rumor de que el emperador seguía vivo y se disponía a dirigirse al pueblo desde el palacio. Hacia allí se encaminaron entonces los germanos.


Mientras, el palacio estaba siendo objeto de rapiña por parte de los soldados encargados de custodiarlo. Asustado ante los acontecimientos, Claudio se escondió detrás de una cortina, con la mala suerte de que sólo le llegaba a las rodillas (muy espabilado no era, no) y fue descubierto por un grupo de soldados. Decididos a matarlo, salvó la vida porque uno de ellos le reconoció como a un “viejo loco inofensivo”, tal era la fama que tenía el tío del emperador.


Lo llevaron a un salón donde un grupo de oficiales estaba decidiendo el futuro de la nación. Al ver a Claudio, pensaron que lo mejor para Roma era un emperador nuevo, y que un viejo como Claudio no podía hacer mal a nadie. Le proclamaron pues emperador y así lo presentaron al pueblo.

Fue una buena solución, pues los temibles germanos, que todavía estaban atacando a todo aquel con el que se cruzaban, eran disciplinados y necesitaban un líder. Cuando vieron al nuevo cesar decidieron ponerse a sus órdenes y se acabó la revuelta.

Así fue como Claudio llegó a emperador. Y no se puede decir que hiciera un mal trabajo.


Por cierto, mandó ajusticiar a Mesalina y una vez libre se casó con Agripina y adoptó al hijo de ésta como propio. Cuando Claudio fue asesinado por su adorada esposa (le mató con una seta venenosa), le sucedió su hijastro, Lucio Domicio, más conocido como Nerón. Qué familia!

Se acabaron los romanos por un tiempo. Y ya es viernes! Buen fin de semana a todo el que nos deje un comentario.

30.8.06

La Torre Sangrienta

Vamos a interrumpir las andanzas de Calígula para disfrutar de esta leyenda que nos ha preparado MPaz. Podía traernos leyendas más a menudo, verdad? Pero se hace de rogar. En fin...

Corría el año 1312 cuando una bula papal (Vox clamantis) decretada por Clemente V disolvió la Orden del Temple.

Por aquellos entonces, en Jerez de los Caballeros, en la Baja Extremadura, una fortaleza templaria destacaba por su grandeza. La vieja muralla de origen musulmán había sido reconstruida y ampliada por el Temple, contando el recinto amurallado con cinco torres defensivas: la del Homenaje, la de Las Armas, la del Carbón, la de La Castilla y la de la Veleta.

Reinaba entonces Fernando IV, alguno de vosotros ya lo conoce por un post anterior como “El Emplazado”, quien obedeciendo al Papa (en aquella época disponía sobre los soberanos cristianos), firmó la Disposición Real que obligaba a los templarios a entregar sus tierras y renegar de la Orden o morir en la hoguera por herejes.

Sin embargo, los Caballeros de Jerez, envalentonados por los grandes logros conseguidos en las constantes escaramuzas debidas a la cercanía del asentamiento con Al-andalus decidieron desobedecer la sentencia real y defender el sitio.

Aguantaron el asedio hasta verse cercados y acorralados en la Torre del Homenaje, donde finalmente penetraron las tropas reales, degollando a los caballeros templarios y arrojando sus cuerpos por las almenas.

Desde entonces a esta torre se la conoce como "la torre sangrienta".

Cuentan en Jerez que el espíritu de aquellos templarios aún perdura en la fortaleza, y que a pesar de que nunca nadie los haya visto vagar por ella, son muchos los que en las oscuras noches los han oído llamar a sus caballerías, con silbidos de ultratumba, para que los lleven a Tierra Santa y volver a velar por los peregrinos que a ella se dirigen, tal y como juraron en vida.


...¿Pelillos de punta?..


28.8.06

¡Están locos estos romanos! ( II )


En la primera parte del artículo conocimos un poquito a Calígula. Vimos que era un tanto… peculiar. Pero para hacernos una idea de cómo andaba realmente de la quijotera, tenemos que hablar de su relación con su caballo, el famoso Incitato.


Su nombre significa “de carrera veloz”, y hacía gala a su nombre, puesto que ganó todas las carreras en que compitió, no sabemos si por facultades propias o por miedo de los contrincantes, que a ver quien se atrevía a ganarle al caballo del emperador.


Calígula amaba tanto a su caballo que lo alojaba en una casa de mármol y marfil, le hacía servir la comida en vajilla de oro y ser atendido por criados continuamente. Hacía que le acompañara en sus orgías y le nombró ciudadano de roma primero, senador después y, por último, cónsul. Yo sé de muchos burros que han hecho carrera política, pero de caballos sólo conozco este caso.


En una ocasión se le antojó a nuestro protagonista hacer una especie de parada militar, pero algo verdaderamente espectacular. Reunió una gran cantidad de barcos, alrededor de 4.000, y los unió estrechamente entre sí para formar un puente, luego se taparon las cubiertas con tablas y se cubrió todo con tierra que, una vez apisonada, formaba una auténtica carretera. Con esta tremenda hilera cerraron toda la bahía de Nápoles.


A continuación, mandó construir cinco islas artificiales de la misma manera, juntando barcos en grupo, tapándolos con tablones y cubriendo con tierra. A cada isla la dotó de casas, mercado, jardines y por supuesto de habitantes. Una vez que el escenario le pareció adecuado, comenzó la parada.


Encabezaba el desfile el mismísimo emperador, montando a Incitato, y seguido de la guardia imperial más un auténtico ejército. Cruzó el puente majestuosamente y, cuando estaba a punto de llegar a la otra orilla, lanzó a la carga a sus tropas como si fuera a atacar la ciudad costera de Puteoli, la actual Pozzuoli. Afortunadamente para la población sólo fue un amago de ataque, con lo cual no hubo muertes que lamentar ni destrozos, pero sí hubo saqueo.


Tras una noche de juerga, salió el “victorioso ejército" de la pequeña localidad costera para iniciar el regreso. A la cabeza iba el emperador en una biga tirada por Incitato y Penélope (esta yegua era la mujer de incitato, el mismo Calígula les había casado). Tras el emperador, varias carretas cargadas con el “botín” de la supuesta batalla, que consistía en joyas y monedas robadas a los habitantes de Puteoli. Por supuesto, también le seguían el ejército y la guardia imperial.


Se detuvo la columna en la primera isla para repartir monedas entre la tropa, celebrándose a continuación un banquete. Cuando Calígula había bebido bastante vino se hizo escoltar por su guardia personal y, espada en mano, expulsó a todos los “habitantes” de la isla al mar; se ahogaron unos 300.


Ya calentito, decidió atacar a otra isla. Esta vez dirigió un ataque naval, destrozando la isla en pedazos, arrancándole cada barco que la formaba hasta quedar reducida a una sola barcaza con los pocos pobladores que habían sobrevivido apiñados en él.
El emperador en persona comandó la nave que atacó a este último reducto, encargándose de que no hubieran supervivientes.


Una muestra de amor a su pueblo. Qué personaje.

24.8.06

¡Están locos estos romanos! ( I )

A pesar del título, no va de Asterix, pero creo que también da para un buen cómic.

A todo el mundo le suena el nombre de Calígula, verdad? Y no para relacionarlo con las hermanitas de la caridad precisamente. Cayo Julio César Augusto Germánico fue emperador de Roma entre los años 37 al 41, y si tuviésemos que definirlo en pocas palabras, diríamos que era un sádico desequilibrado, siendo amables con él.

Si una persona normal tiene un mal día, puede que le dé una voz a alguien, que cierre una puerta dando un golpe… Calígula era más explícito: asesinaba o mandaba asesinar a algún infeliz si acaso le había molestado en algo. O si estaba en el circo, ordenaba retirar el toldo para que los espectadores tuvieran que soportar los rayos del sol. Bah, cosas que puedes hacer si eres emperador, claro.

En su vida “privada” era un auténtico degenerado, aún para la sociedad romana de la época. Aparte de orgías sin freno, era muy aficionado al incesto. Podríamos decir que “se benefició” a sus tres hermanas, encaprichándose especialmente de Drusila, a la que trató como esposa, asesinándola cuando estaba embarazada. Vaya hermanito.

En una ocasión la tomó con un tribuno de la guardia, Casio Querea. A este hombre le correspondía por méritos (héroe de guerra) la jefatura de la guardia pretoriana, pero el emperador se la dio a un joven oficial por otro tipo de méritos; era capaz de beberse 10 litros de vino de un trago. Un día, Calígula decidió que Casio era gay, así que le obligaba a pasar a sus subalternos contraseñas como “bésame, sargento” o “tenacillas de rizar”. La verdad es que era un cabrito, si, pero con esto último a ver quien no se ríe. Me imagino que todos menos Casio. Me recuerda a una película.

Todavía no hemos dicho que Calígula era sobrino de Claudio. (El famoso Yo Claudio). Una noche reunió a su tío y a dos nobles más en una habitación de palacio. La espera fue larga y los tres “invitados” se daban ya por muertos cuando empezaron a escuchar una musiquilla. De entre unas cortinas, apareció una peculiar bailarina. Digo peculiar porque era el mismo emperador, pintarrajeado y vestido de mujer, ejecutando una especie de danza erótica en la que intentaba representar al alba despertando a dos amantes, interpretados a su vez por dos jóvenes desnudos.

Debían de tener los ojos como platos y cara de alucinados ante semejante escena. Una vez repuestos del susto, los tres invitados convinieron en que era el espectáculo más hermoso y maravilloso que habían visto en toda su vida. A Claudio le vino muy bien porque el emperador, satisfecho por los halagos, le regaló a la joven que intepretaba a la amante, Mesalina.

En el siguiente post explicaremos lo ocurrido con ocasión de una parada militar organizada por el emperador. Y tenemos que hablar de su famoso caballo: Incitato

22.8.06

El Emplazado




A lo largo de la historia se suceden episodios en que a alguien se le anuncia la muerte como castigo por algún crimen o injusticia cometidos, se le emplaza a dar cuenta de sus actos.

Esta es la historia de un crimen y de su, al parecer, injusto castigo y de cómo gracias a ello el rey Fernando IV de Castilla pasó a la historia con el sobrenombre de “El Emplazado”. El crimen se cometió en Palencia. Un caballero de la corte del rey fue asesinado por rufianes emboscados a la salida de una taberna. Los asesinos no fueron encontrados.

Pasado el tiempo, se encontraba el rey en campaña contra los moros, intentando arrebatarles la villa de Alcaudete. Estando acampado en Martos (Jaen), le presentaron a dos hermanos, Pedro y Juan de Carvajal, que al parecer eran los autores del asesinato de Palencia. El rey, que tenía prisa por llegar a Alcaudete, dictó pena de muerte para ambos basándose solo en indicios y desoyendo las protestas de los dos acusados, que juraban su inocencia.

Para dar escarmiento ante futuros crímenes, eligió además una ejecución terrible: Se encerraría a cada reo en una jaula de hierro forrada por dentro con agujas, clavos, pinchos y cuchillas, y a continuación serían arrojados desde la Peña de Martos. Cuando los de Carvajal supieron la manera de morir tan cruel que el monarca les había reservado le emplazaron solemnemente para que, en el plazo de treinta días, compareciese ante el tribunal divino para rendir cuentas de sus actos.

Al día siguiente los dos hermanos fueron despeñados. Las jaulas con sus sangrientos despojos fueron rodando hasta una explanada en la que esperaban los horrorizados ojos de la población de Martos. A continuación, el ejército continuó su marcha hacia Alcaudete.

Pero al poco tiempo, el rey cae enfermo. Es tan grave su estado que deciden retirarse a Jaen para que Felipe pueda recibir mejores cuidados. Seguro que al paso por Martos, más de uno miró las laderas de su peña acordándose de las palabras de los Carvajales. Quizás el mismo rey sintiera funestos presagios contemplando sus cumbres.

Cuando se cumplió el plazo, el rey había mejorado notablemente de su enfermedad y se encontraba prácticamente recuperado. Bromeaba sobre su estado de salud, se burlaba de los que habían temido por su vida y olvidó el asunto de los dos ajusticiados mientras comía y bebía en abundancia para celebrar su recuperación. Después de la comida se retiró a echarse la siesta.

Viendo que tardaba en levantar, sus criados acudieron a despertarlo, encontrándolo… muerto!. Tal vez, Fernando IV se encontraba con los Carvajales, intentando explicar su actuación ante instancias más elevadas…

Queda en Martos un rollo conocido como "La cruz del Lloro" que señala el lugar donde según la tradición fueron a parar las jaulas con los cuerpos de los dos desdichados hermanos.

17.8.06

Un salido de esta corte

Reyes salidos en España han habido varios. Si tuviéramos que elegir al más salido de todos tendríamos que cavilar mucho, revisar cientos de documentos, hacer recuento de hijos bastardos, visionar algún vídeo…

En cambio, averiguar cuál fue el más salido de la casa de Austria es sencillo: Don Felipe IV, rey de España por la gracia de Dios y de sus padres, a los que conocimos en el post anterior.

Este rey hacía de todo menos reinar. Escribía poemillas bajo seudónimo (se hacía llamar “un ingenio de esta corte”), cazaba, iba a misa, se carteaba con una monja famosa por desdoblarse, pero sobre todo, sobre todo, iba salido todo el día.

Gustaba mucho el rey rijoso de buscarse damas (y no tan damas) con las que holgar gustoso. Podríamos decir que en cama ajena se encontraba como guarro en un berzal. La anécdota de hoy corresponde a una de esas veces en que al rey le dio un apretón, sólo que esta vez no le salió como él esperaba.

Andaba el cuarto de la felipada encaprichado con la duquesa de Alburquerque. Su marido la tenía bien guardada, pero esto no hacía sino aumentar el real deseo. Un día, mietras jugaba una partida de cartas, vió entre los presentes al duque de Alburquerque y pensó que ese era el momento esperado. Fingiendo una prisa repentina, le cedió el puesto al referido duque y salió presto de la estancia. Acto seguido, se encaminó a la casa de la joven duquesa, acompañado por don Gaspar de Guzmán y Pimentel, más conocido como conde-duque de Olivares, todopoderoso valido del reino.

Mientras tanto, el de Alburquerque se temía lo peor. Fingiendo terribles dolores cedió su puesto y salió raudo a proteger sus intereses.

Acababa de llegar el rey a casa del duque cuando vio aparecer a éste. Le sorprendió, pues le hacía jugando a las cartas, y corrió a ocultarse en las caballerizas, seguido por su valido. El duque corrió detrás de ellos, sin pedir luces para no verse obligado a reconocerlos, y se lió a bastonazos gritando

- ¡Ah ladrón! Tú vienes a robar mis carrozas!-

El de Olivares decidió identificarse al ver que recibían tan vil trato, pero al empezar a gritar que allí estaba el soberano los palos se redoblaron, alegando que era el colmo de la insolencia emplear el nombre del rey y de su primer ministro para cometer tales fechorías. Al final, entre el alboroto, pudieron escapar los dos zorros del gallinero.

Esta es la más pintoresca de las anécdotas de Felipe IV, pero no la única. Cuentan que en una ocasión, tras mostrarle sus intenciones a una dama de la corte, esta le respondió

- Señor, no tengo vocación ni de monja ni de puta -

Aludiendo a la Calderona, famosa actriz de la época que tras dejar de ser amante del rey fue ingresada en un convento.

Qué joya de rey, verdad? Creo que dejó más de treinta bastardos. Menos mal que era muy religioso, que de otra manera no hubieran estado a salvo ni las monjas. Y aún así hay una historia bastante truculenta acerca de una ocasión en que se coló en un convento con aviesas intenciones…

12.8.06

Cómo elegir reina de España ( y II )

Este desenlace se lo dedicamos a Fridwulfa, por quedarse con la intriga


En la primera parte, nos habíamos quedado con el heredero alzando un dedo tembloroso y señalando a un cuadro. La elegida resultó ser... Margarita!


Pero entonces objetó Felipe II la poca seriedad del método e impuso su criterio; Catalina, por ser la mayor.

Donde hay patrón... Así pues, partió una alegre comitiva a Gratz, hogar de la futura esposa. Cuando llegan a su destino ven con sorpresa que no les esperan con alegres festejos, sino con fúnebres banderolas. La princesa Catalina había muerto de gripe. Triste regreso de la comitiva.

De nuevo se ofrecen los retratos al novio (esta vez sólo dos, claro), quien nuevamente no sabe decidirse y Felipe II dicta el nombre de la siguiente candidata; Gregoria, la siguiente en edad.

Otra vez parte la alegre comitiva hacia Gratz, pero al llegar... ¡Otra vez! banderas a media hasta. Gregoria a muerto de fiebres. De nuevo regreso a Madrid, sin novia. Pero al menos ahora no toca elegir. Como sólo queda una, se decide el casamiento con Margarita, la que en un principio había elegido el indeciso Felipito. Me imagino que la pobre estaría zurrada de miedo, pensaría que ahora le tocaba a ella, pero ésta sí que consiguió llegar a casarse y fue reina de España con el nombre de Margarita de Austria. Recibió la noticia llorando, pues sólo tenía 14 años y no quería separarse de su familia. Pobrecilla.


El que no llegó a ver la boda fue Felipe II, que murió antes.


Si es que cuando las cosas salen mal...

11.8.06

Cómo elegir reina de España ( I )

“El cielo, que tantos dominios me ha dado, me ha negado un hijo capaz de gobernarlos; me temo que me lo han de gobernar.” (Felipe II en el lecho de muerte)


La anécdota en la que se basa el artículo de hoy, totalmente cierta, siempre me ha parecido muy curiosa y dice mucho sobre la incapacidad de tomar decisiones del futuro Felipe III, incapacidad que ocasionó la aparición de la figura del valido.

A la hora de buscarle novia a su hijo, Felipe II se fijó en las hijas de María de Baviera. El motivo era que esta mujer había tenido quince hijos, y por ello pensaba que una mujer tan prolífica debía dar por fuerza hijas fecundas (y además era de la familia). De las cuatro hijas que tenía, descartó a una de ellas por su débil salud (sobreviviría a todas sus hermanas), quedando el número de candidatas definitivo en tres: Catalina, Gregoria y Margarita.


Siguiendo la costumbre de la época, se le proporcionaron al futuro novio retratos de las candidatas, para que eligiera la que más le gustara. Pero el pequeño príncipe de Asturias no era capaz de elegir por sí mismo, pasándole la tarea a su padre, quién naturalmente no quiso aceptar tal responsabilidad.


Imaginad la escena: Un salón de palacio, Felipe II y su hijo contemplando los retratos que están apoyados contra una pared;


- Hijo mío, contemplad a vuestras primas y escoged a la que más os agrade - dice Felipe II


- De ningún modo he de consentirlo padre. Dejo el asunto en manos de vuestra majestad- replica el pequeño Felipe


- Hijo, yo lo estimo, y con todo estimaré más lo que decidáis vos, puesto que ha de ser la compañera de vuestros cuidados […]-


- Yo, padre, no tengo más elección que el gusto de vuestra majestad-


Diálogo de besugos del que fue a rescatarlos la hija favorita de Felipe II, la infanta
Isabel Clara Eugenia, que propuso poner los retratos de cara a la pared y que se eligiera a suertes. Así se hizo; el príncipe dio muestras de excitación y nerviosismo, y después de una larga indecisión, al fin señaló con dedo tembloroso uno de los retratos...

Pero esto está quedando demasiado extenso. Mejor dejamos el desenlace para el siguiente post

9.8.06

Yo también quiero ser un salvaje

Para hoy os propongo una historia bastante conocida, pero que la mayoría da por cierta cuando en realidad es completamente falsa. La famosa carta del Jefe Seattle.


Todo comienza en 1854, cuando el gobierno de Estados Unidos le hace una oferta a la tribu Suquamish para adquirir sus tierras a cambio de una reserva. La respuesta del jefe Seattle fue la siguiente:


“El Gran Jefe Blanco de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad.


Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. [..]

¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña. Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos? [..]

Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros[..]

Tal vez sea porque soy lo que llamáis "un salvaje" y no comprenda algunas cosas...

La carta completa es muy bonita y bastante extensa. Pero, lamentablemente, esta carta no es auténtica. Hay muchas versiones de cómo se originó, pero la más verosímil para mí es que la creó un tal Dr. Henry Smith. Tras la oferta del gobierno, se celebró una reunión entre los dirigentes indígenas y el gobernador Isaac Stevens. Smith tomó notas durante la reunión del discurso del jefe Seattle, y 30 años más tarde creó la carta basándose en tales notas, adornando las palabras originales y dándoles un aire literario, tentación lógica teniendo en cuenta que era poeta de reconocido talento.

Con el tiempo, el texto sufrió más modificaciones y a principios de los 70 recibió amplia difusión al utilizarse en una campaña medioambiental.

Como quiera que sea, la carta es bonita y merece la pena leerla, está muy extendido por la red. Y si alguno quiere darla por cierta, pues que se dé el capricho.

8.8.06

"Las ideas no duran mucho. Hay que hacer algo con ellas"

Esta frase tan bonita no es mía, ya quisiera yo. Se la he cogido prestada a un famoso histólogo español, protagonista de estas dos anécdotas que os cuento:


En un afamado café de Madrid era habitual a principios del siglo XX ver a un señor mayor que todos los día
s se entretenía en leer tebeos y otras publicaciones infantiles.

Cierto día, un grupo de jóvenes se burlaban de él por tal costumbre, y fueron recriminados por el camarero, que les dijo:


- No se rían; este señor es don Santiago Ramón y Cajal, catedrático y premio N
obel de medicina.


Don Santiago no era un gran orador, no tenía facilidad para expresarse. Debido a ello sus clases en la facultad resultaban insufribles, por lo que asistían pocos alumnos.


Sin embargo, un día observó que la clase estaba llena. Le sorprendió, pues no era época de exámenes
. El hecho se repitió al día siguiente, y al otro, y al otro… Hasta que, extrañado, le preguntó a un alumno suyo que también era su sobrino. Éste le aclaró el misterio:


- Verá, tío. Es que usted tiene la costumbre de repetir la palabra “completamente” sin venir a cuento, y los amigos juegan a pares o impares. -


Al día siguiente tuvo mucho cuidado de no pronunciar la muletilla durante su clase. Al terminar, se dirigió a sus alumnos diciendo:


- Completamente, completamente, completamente; hoy ganan impares -


Antes de despedirme, otra joya de Ramón y Cajal:

Se conocen infinitas clases de necios; la más deplorable es la de los parlanchines empeñados en demostrar que tienen talento

¿A que todos conocemos alguno asi?