12.9.06

¡Merde!

El título igual sorprende a alguno, pero está relacionado con el post de hoy, aunque también con el hecho de que se nos han acabado las mini-vacaciones. Eso sí, para disimular he preferido ponerla en la lengua natal del protagonista de hoy.

Como el otro día hablábamos de la batalla de Bailén, pues me he acordado de esta anécdota protagonizada por un general francés en Waterloo. Su nombre, Pierre Jacques Etienne Cambronne.


Al comienzo de esta famosa batalla, las cartas pintaban bastante bien para el corso. En sus propias palabras:


- "Tenemos noventa probabilidades a nuestro favor por diez en contra." -


Pero con el transcurso del enfrentamiento, las cosas fueron complicándose para los franceses, hasta el punto de que la batalla terminó en derrota total y desbandada general de los restos del ejército de Napoleón.


En los últimos combates, la situación ya era desesperada para el bando imperial. Víctor Hugo, en su genial obra “Los Miserables” nos describe magistralmente la situación:


“ Cada regimiento, aislado de los demás, y no teniendo ya lazo alguno con el ejército deshecho por todas partes, moría por su cuenta. [..] “


“[..] Cuando la legión se vio reducida a un puñado de hombres, cuando su bandera no fue más que un harapo, cuando sus fusiles agotados de balas no fueron más que bastones, cuando el montón de cadáveres fue mayor que el grupo vivo, hubo entre los vencedores una especie de terror sagrado en derredor de aquellos sublimes moribundos, y la artillería inglesa calló y tomó aliento. Fue una especie de tregua. Los combatientes tenían a su alrededor como un hormiguero de espectros, siluetas de hombres a caballo, el negro perfil de los cañones, el cielo blanco, visto a través de las ruedas y las cureñas; la colosal cabeza de muerto que los héroes entrevén siempre en el humo, en el fondo de la batalla, avanzaba hacia ellos y los miraba. Oyeron cargar las piezas en la sombra crepuscular, vieron las mechas encendidas, que semejantes a los ojos del tigre en la oscuridad formaban un círculo en torno de sus cabezas; todos los bota-fuegos de las baterías inglesas se acercaron a los cañones, y entonces, conmovido, teniendo el instante supremo suspendido encima de aquellos hombres, un general inglés, Colville según unos o Maitland según otros, les gritó:


- Rendíos, valientes franceses!

Cambronne contestó:


- ¡MIERDA!


[…] Al oír a Cambronne, el inglés respondió ¡Fuego!”


Hay una versión más novelesca según la cual respondió “¡la guardia muere, pero no se rinde!”. A mí particularmente me gusta más la primera.


Pero al parecer, ambas versiones son falsas. El mismo Cambronne, que quedó herido pero no muerto tras esta última descarga, las desmintió.


Aún así, a mí me parece un episodio muy curioso y prefiero creer que gritó mierda. En una situación así no vas a decir cáspita, no creéis?

6 comentarios:

El Tipo de la Brocha dijo...

Si Cambronne dijo algo en aquel momento, a la fuerza tuvo que ser un taco, y, dada la situación, "mierda" parece tener todas las cartas a su favor. Pensar lo contrario es como pretender que las arengas que los generales les sueltan a sus soldados antes de una batalla son siempre loables discursos, cuando lo más probable es que les enardezcan con obscenidades y chistes burdos edulcorados, quizá, con una pizca de amor patrio.

fridwulfa dijo...

Jajaja. A mí me parece una respuesta fantástica y de lo más apropiada, vamos. Digna de ser recordada como mi última palabra, sin problema alguno.

Dhouard dijo...

Eso de "cáspita" sólo lo dicen los legionarios españolas al ser heridos durante la guerra civil, tal y como se nos muestra en esa obra eterna del cine patrio que se llama "Raza". XD

Anónimo dijo...

Articulo de Pedro J. Ramirez en El Mundo Cuidado con los Cambrones

alcaper dijo...

Hola Anónimo. No he leído ese artículo, pero me pica la curiosidad. De qué fecha es? podría indicarme el enlace?

Anónimo dijo...

¿Artículo de enero de 2003?